Esto, grabadora en mano, es lo que logra transcribir Victorino Ipiña, el atribulado esposo de la heroína Emelinda Hellen cuando puede sorprender, en milagrosa detención, al Conde Armenteros, y esto porque logra el Conde saltar, desde el coma en que está metido, hasta una rara, escasa, vigilia consciente. Rara vigilia que le permite decir lo que, aquí, logra grabar Victorino:
"Pero hay un poquitico más, y es el residuo
conque los brujos me han puesto a luchar. Aquí va:
El ufólogo, que no era otro que uno de esos ángeles que conoció Swedenborg, después de cantarme una canción donde se decía
de un campo de números muy semejantes a las nueces, me condujo
a un pedazo del cielo; también, me condujo a un lugar llamado
Santiago de Cuba, el sitio donde estaba el Sagrado Corazón donde estudió la dama Emelinda Hellen, y también me condujo a una despensa, la despensa, atestada de tarecos, en la casa, también atestada de tarecos,
de la dama Emelinda Hellen, en esta Playa Albina donde nos salvamos o nos condenamos todos.
¿Se entiende?
¿Qué más?
Pues bien, la despensa tiene el sabor de un escondido rincón de los recuerdos. El sueño me está trayendo al ejército del mariscal Chang Kai-Chek, pero esto vendrá después, cuando una ola se estire bien, si es que se estira. Y además hay, aunque no se vean, sobre el piso de esa vieja despensa, unos fetos que, por estar totalmente secos, al instante se han convertido en unos invisibles pedazos de soga, o sea, se han convertido en unas ectoplasmáticas tiras que sirven para enarbolar,
muy sombríamente, unas espectrales velas encendidas
(y esto, sogas y velas encendidas, enseguida me trajeron el recuerdo de una visión muy semejante a esas a que nos tiene acostumbrados el sombrío pintor Kiefer).
Pues, entonces yo, ante todo aquello que me trajo el recuerdo de Kiefer,
no pude menos que gritar con toda la fuerza que pude:-¡A la dama Emelinda Hellen, nieta del Prócer, habrá que salvarla de los amarres!
Que los brujos buenos ayuden, ya que también hay brujos malos.
Pero entonces fue cuando vi, también sobre el piso de la despensa, y también como si se tratara de una metamorfosis de los fetos, a los números. A los números regados, pues los números estaban regados. Había
un 2,
un 4,
un 6.
El número 2 tenía el color de un feto, o sea, el color que también pudiera tener una nuez.
Pero ¿qué cosa es un número con el color de un feto? ¿Es que un número puede tener el color de un feto?
Y no sé decir más".
Y, efectivamente, no pudo decir más el Conde Armenteros, ya que volvió
a caer en coma.
Así que, entonces, nos dice el mini-cuento que Victorino Ipiña, sintiéndose muy frustrado, tuvo que cerrar su grabadora y, acto seguido, espantar el mulo..
Pues también en el barrio donde está el Home en que está recluído el Conde Armenteros, hay no sólo tres hombres que se llaman Antonio, sino que también ellos, sin ser parientes ni arientes, se apellidan Ramírez. Y esto porque el mini-cuento, como el mambo, tiene rarezas..
"Pero hay un poquitico más, y es el residuo
conque los brujos me han puesto a luchar. Aquí va:
El ufólogo, que no era otro que uno de esos ángeles que conoció Swedenborg, después de cantarme una canción donde se decía
de un campo de números muy semejantes a las nueces, me condujo
a un pedazo del cielo; también, me condujo a un lugar llamado
Santiago de Cuba, el sitio donde estaba el Sagrado Corazón donde estudió la dama Emelinda Hellen, y también me condujo a una despensa, la despensa, atestada de tarecos, en la casa, también atestada de tarecos,
de la dama Emelinda Hellen, en esta Playa Albina donde nos salvamos o nos condenamos todos.
¿Se entiende?
¿Qué más?
Pues bien, la despensa tiene el sabor de un escondido rincón de los recuerdos. El sueño me está trayendo al ejército del mariscal Chang Kai-Chek, pero esto vendrá después, cuando una ola se estire bien, si es que se estira. Y además hay, aunque no se vean, sobre el piso de esa vieja despensa, unos fetos que, por estar totalmente secos, al instante se han convertido en unos invisibles pedazos de soga, o sea, se han convertido en unas ectoplasmáticas tiras que sirven para enarbolar,
muy sombríamente, unas espectrales velas encendidas
(y esto, sogas y velas encendidas, enseguida me trajeron el recuerdo de una visión muy semejante a esas a que nos tiene acostumbrados el sombrío pintor Kiefer).
Pues, entonces yo, ante todo aquello que me trajo el recuerdo de Kiefer,
no pude menos que gritar con toda la fuerza que pude:-¡A la dama Emelinda Hellen, nieta del Prócer, habrá que salvarla de los amarres!
Que los brujos buenos ayuden, ya que también hay brujos malos.
Pero entonces fue cuando vi, también sobre el piso de la despensa, y también como si se tratara de una metamorfosis de los fetos, a los números. A los números regados, pues los números estaban regados. Había
un 2,
un 4,
un 6.
El número 2 tenía el color de un feto, o sea, el color que también pudiera tener una nuez.
Pero ¿qué cosa es un número con el color de un feto? ¿Es que un número puede tener el color de un feto?
Y no sé decir más".
Y, efectivamente, no pudo decir más el Conde Armenteros, ya que volvió
a caer en coma.
Así que, entonces, nos dice el mini-cuento que Victorino Ipiña, sintiéndose muy frustrado, tuvo que cerrar su grabadora y, acto seguido, espantar el mulo..
Pues también en el barrio donde está el Home en que está recluído el Conde Armenteros, hay no sólo tres hombres que se llaman Antonio, sino que también ellos, sin ser parientes ni arientes, se apellidan Ramírez. Y esto porque el mini-cuento, como el mambo, tiene rarezas..